Leer la versión en español de los siguientes temas: Anticoncepción y religión, Breve reseña - Olor - Religión y menstruación - Seguridad de productos para la menstruación.
Ver un folleto de 1959 del analgésico Midol que recomendaba las duchas. Ver una antigua jeringa para ducha de los E.U. y leer lo que una mujer otrora famosa en el tema de la "higiene femenina" escribió sobre las duchas. Y ver un aún más antiguo juego para ducha de los E.U., Mon Docteur (Mi Doctor en francés) con instrucciones, de alrededor de 1929.
Ver también un aviso publicitario australiano sobre duchas (ca. 1900) ­ Polvo para duchas Fresca (E.U.A.) (fecha ¿?) ­ Aviso del líquido para duchas Kotique, 1974 (E.U.A.) ­ Aviso de lavado genital Liasan (1), de la década de 1980 (Alemania) - Aviso de lavado genital Liasan (2), de la década de 1980 (Alemania) - Aviso del líquido para duchas Lysol, 1928 (E.U.A.) - Aviso del líquido para duchas Lysol, 1948 (E.U.A.) - Aviso del líquido para duchas Marvel, 1928 (E.U.A.) ­ Aviso del analgésico menstrual Midol, 1938 (E.U.A.) - Folleto de Midol (selecciones), 1959 (E.U.A.) ­ Aviso de la crema desodorante Mum, 1926 (E.U.A.) - Aviso del analgésico menstrual Myzone, 1952 (Australia) ­ Aviso del spray genital Pristeen, 1969 (E.U.A.) ­ Tabletas analgésicas Spalt, 1936 (Alemania) ­ Aviso del líquido para duchas Sterizol, 1926 (E.U.A.) ­ Aviso del spray genital Vionell, 1970, con Cheryl Tiegs (Alemania) ­ Aviso del líquido para duchas Zonite, 1928 (E.U.A.)
La página del olor.

Famous women in menstrual hygiene advertising:
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See also advertising for teenagers.

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See how a woman wore a belt in a Dutch ad. See a classy 1920s ad for a belt and the first ad (1891) MUM has for a belt.
See how women wore a belt (and in a Swedish ad). See a modern belt for a washable pad and a page from the 1946-47 Sears catalog showing a great variety.
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See the Kotex stick tampon.
See also a Saba Ad, Pursettes ad, Kotex "Are you in the know?" ads (1949)(1953)(1964), Ads for Teens, and some older Kotex ads
And, of course, the first Tampax AND - special for you! - the American fax tampon, from the early 1930s, which also came in bags.
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THE MUSEUM OF MENSTRUATION AND WOMEN'S HEALTH

La Tradición [Judía] de Abofetear a Nuestras Hijas

por Caren Appel-Slingbaum
Traducido por María García
©2007 María García
(www.maria-garcia.com.ar)

La primera vez que tuve mi período mi madre me cruzó el rostro con una cachetada. En realidad, fue mucho más que un enérgico golpe, fue más bien la despedida de las relaciones cariñosas a las que estábamos acostumbradas, al punto de preguntarle qué es lo que estaba sucediendo. Ella me dijo que se trataba de una antigua costumbre judía* (minhag, en hebreo), que ya su madre había perpetrado con incluso mucho más fervor. Sin embargo, más allá de eso desconocía el tema en profundidad.

Quizás el propósito original fuera el del ?despabilar el buen juicio? en una chica recientemente fértil como advertencia para que no desgraciara a su familia con un embarazo fuera del matrimonio. Posiblemente se intentara ?despertarla? del adormecimiento de la infancia hacia su rol de mujer judía adulta. Le pregunté a mi madre sobre los motivos folclóricos que pudieren existir tras esta costumbre, pero lo único que obtuve fue una expresión vacía y un encogimiento de hombros como única respuesta.

A pesar de que se me dispensó de la completa brutalidad del ritual, aún así consideré la costumbre como violenta y hasta salvaje. ¿Acaso era el abofeteo de una jovencita luego de su menarca una práctica religiosa instituida o parte de alguna antigua tradición proveniente de algún schtetl (aldea judía) de tierra adentro, una de las que nos fueron legadas junto al candelabro de plata y las mantillas para el rezo?

Mientras que por un lado muchos rabinos me han asegurado que esta costumbre del cacheteo no se compadece con la ley judía, o halakhah, es de todas maneras una tradición que ha sido bien conservada y alimentada de una u otra manera por generaciones. Tal vez esta costumbre del cacheteo (como he empezado a llamarla) puede no haber sido enseñada en las escuelas hebreas o en los sermones de las sinagogas, pero igual ha afectado la vida de muchas mujeres judías. ¿Es abofetear nuestras mujeres el equivalente al rito del pasaje a la edad adulta como lo es para un varón el Bar Mitzvah? ¿Sirve para algo abofetear una mujer ahora que ellas también pueden tener su Bat Mitzvah? Pregunto porque, a pesar de nuestra modernidad, continuamos golpeándonos unos a los otros.

Supongo que debería estar agradecida. Al menos mi religión no practica ni la infibulación ni la cliterectomía.**

Aun así, una bofetada ?como cualquier acto brutal- trae consigo culpa y humillación. ¿Por qué deberíamos poner en el mismo nivel esas emociones con nuestros cuerpos y el devenir de nuestra sangre? Nuestra sangre. Desde la menarca pasando por la maternidad, desde la maternidad a la menopausia, la sangre que fluye de nuestras entrañas y se desliza entre nuestras piernas representa la marca psico-fisiológica de la vida de las mujeres. Nuestras hermanas paganas describen con elocuencia estos símbolos representados en arquetipos femeninos: Doncella, Madre y Arpía.

Las nuevas religiones ?y las ramas más ?radicales? de las tradicionales- entienden que la sangre es más que una mancha oscura en la ropa interior. Es el modo que tiene nuestro cuerpo de indicarle a nuestras mentes y corazones que se detenga por un momento para rendir honores al paso del tiempo en el que circunstancialmente vivimos. Debemos considerar nuestra sangre ?su comienzo y su cesación- como sagrada porque representa no sólo los umbrales de entrada y salida en la esfera de lo mortal, sino que encarna el estado metafísico de la feminidad en el cual vivimos y, eso espero, celebramos en este mismo instante.

Mi primera menstruación fue incluso más significativa para mí que mi Bat Mitzvah porque mi cuerpo fue el único juez de mi ingreso en la pubertad ?no lo fueron los dos hombres de más de sesenta (el rabino y el cantor) quienes proclamaban tras mi lectura de la Torá que desde entonces yo era una mujer a los ojos de Dios. Me recuerdo de pie frente a la congregación sintiéndome completamente avergonzada y aturdida porque en mi fuero íntimo, yo todavía me sentía muy niña. Sin embargo, para cuando tuve mi período seis meses después, me sentía más confiada con mi inminente adolescencia y los cambios de mi cuerpo. Yo, a diferencia de muchas de mis pares, en realidad adoraba mis caderas en expansión y mis curvas en desarrollo. Yo pensaba que eso era de lo que se trataba convertirse en una mujer. Y mientras que no era todavía una ?mujer? con todas las letras, sin duda ya no me sentía más como si fuera una pequeña niña. Mi cuerpo estaba en perfecta sincronía con mi psiquis al momento de hacer visible esta nueva etapa de mi desenvolvimiento total ?y mi cuerpo lo demarcaba con audacia por medio de mi sangre.

A algunas mujeres judías no las cachetearon. Sus madres les dijeron que no tenían porqué soportar un ritual tan ridículo. Aún así, y a pesar de que se les evitó este ?roce de pieles?, a muchas se les enseñó a considerar sus cuerpos, su fertilidad y su sangre potencialmente perversos y cargados de culpa.

Yo compartí mi historia ?a través de un grupo de estudios sobre la mujer- y pedí a otras que brindaran sus propias experiencias. La escritora Marge Piercy me contó que a pesar de que su madre se había negado a cachetearla (tal y como su abuela había hecho con su madre), aún así la obligó a quemar sus toallas sanitarias luego de haberlas usado. También la mantuvo alejada del vino durante la fermentación y de la masa en proceso de levar porque sostenía que una mujer durante su menstruación podía agriar el vino e impedir que el pan levara.

En las memorias de Kate Simon, Bronx Primitive, cuenta que su madre la abofeteaba para resguardarla del mal de ojo [lo cual representa una marcada tradición en muchas culturas]. Esto, a pesar de la liberalidad de su madre demostrada por el hecho de haber enviado a Simon a la universidad durante una época en la que no era considerado ortodoxo.

La profesora adjunta de la Universidad del Sur de Maine, Kathleen J. Wininger, fue abofeteada por su abuela judía rumana luego de que ella le hubiera anunciado que había tenido su primer período.

?Años más tarde, cuando filmaba a mi madre para un documental que estaba realizando sobre madres e hijas le pregunté sobre este angustiante episodio. En un primerísimo plano y en estado que podría definir de sufrimiento mental, ella pensó y pensó. Por fin su rostro se iluminó mientras que yo estaba a punto de recibir la respuesta por la que había sentido tanta curiosidad. Con gran excitación me dijo: ?¡NO LO SÉ!? Agregó algo que se acerca un poco al efecto de: Es una costumbre, una superstición, ¿es para la buena suerte? ¡No me preguntes porqué una es abofeteada! ¡SIMPLEMENTE ES ASÍ!?

También recibí un correo electrónico de la socióloga norteamericana Maxine Craig, quien en este momento reside en Papúa, Nueva Guinea. Ella me contó que entre los nativos habitantes de Simbu se acostumbra construir chozas menstruales para las mujeres. Ella explicó que la choza no sirve a los fines de marginar a las ?contaminadas?, sino que constituye más bien un ámbito positivo para una mujer y también un lugar para tomarse un descanso de sus trabajos habituales.***

Por lo que a mí respecta, hace casi diez meses que di a luz mi primer bebé, una hermosa hija llamada Hunter Victoria. Ahora debo plantearme una cuestión incluso más crucial que los orígenes de la costumbre de la cachetada.

¿La voy a cachetear, o apenas rozar luego de su menarca?

Mi respuesta es no, claro que no. Sin embargo le voy a contar mi historia y la de mi madre y algunas otras que las mujeres que se me cruzaron por el camino me han contado. Y voy a enfatizar por un lado el hecho que el cuerpo de una mujer puede ser considerado desde un punto de vista insano, incluso por su poseedora.

También le voy a remarcar el hecho que no debe caer en la línea de montaje de la conformidad ?en especial aquella que la aliena de cualquier aspecto de su propio ser, inclusive si lleva los ropajes de un ritual socio-religioso. Siempre se debe cuestionar la intención que subyace bajo el acto porque cuando se lleva a cabo el ritual ?aunque sea sin muchas ganas- se le entrega el propio poder, y las mujeres poseemos un inconmensurable poder encarnado en nuestros conocimientos, nuestras palabras, y en definitiva, nuestra sangre. Sólo deberíamos canalizar ese poder hacia las costumbres y rituales que nos honran adecuadamente.

Me siento afortunada porque mi religión ha ido cambiando con el tiempo, en gran parte gracias al movimiento de Renovación Judía. Quizás demasiadas mujeres ya fueron abofeteadas y se cansaron de ser parte de una cultura religiosa que no respetaba cada uno de los aspectos de su feminidad. Lo más probable luego de la primera menstruación de Hunter es que la lleve a nuestro rabino de Renovación Judía y celebremos cu cuerpo en vez de demonizarlo.

Tal vez amplíe mi propia visión del mundo y tome prestado lo mejor de todas las culturas, conservando la mía como la base. Creo que voy a comenzar construyéndole una choza menstrual en el patio. De ese modo, cuando ella esté lista, ella vendrá y juntas entraremos en la choza. Vamos a rendir honores a esa nueva etapa de su vida ?y quizás hasta hacer un par de bocadillos símores y bromear junto a una improvisada fogata hasta bien entrada la noche.

Y no va a haber ninguna otra forma de violencia en nuestro linaje.

Un día entonces, luego de que sus hijas hayan estado crecidas y a su vez estén criando a sus hijas, continuarán este ciclo de celebración y ni siquiera se darán cuenta que lo que ven como tradición fue un día considerado revolucionario.

Notas

* una ashkenazic, costumbre de las Europas central y del este.

** la mutilación y a veces extracción de partes de la vulva y su posterior cierre por medio de la costura y remoción del clítoris, practicado por ciertas culturas en la actualidad.

*** algunas culturas tratan a la mujer que está menstruando como impura y consideran que debe ser segregada en chozas menstruales. Leer los comentarios de Sally Price sobre su prolongada experiencia en Surinam, América del Sur.

© 2000 Caren Appel-Slingbaum

Caren Appel-Slingbaum actualmente trabaja como administradora para la National Endowment for the Humanities?s Summer Institute on Disability Studies en la Universidad de San Franciso, E.U. Asimismo estudia para conseguir el doctorado en Historia de la mujer americana. Reside en la zona de la bahía de San Francisco con su esposo y su pequeña niña.

Una persona envió por correo electrónico en noviembre de 2005:

No sólo los judíos ashkenazic [judíos de la Europa central y del este] tienen/tenían la costumbre de abofetear a las jóvenes frente a la presencia de su menarca. Es una antigua costumbre eslava, a pesar de que en la tradición eslava era el padre y no la madre quien daba la bofetada. Sospecho que la costumbre de los ashkenazic deriva de aquélla, aunque entre los judíos debía ser una mujer la que diera la bofetada debido a las leyes de niddah.

Mi madre eslava, quien se convirtió al judaísmo, jamás me abofeteó, ni su padre la abofeteó a ella, pero fue ella quien me contó originalmente sobre esta costumbre. Como me explicaron, el propósito del abofeteo (al menos entre los eslavos) era el de provocar una acceso repentino de sangre en las mejillas de la joven de modo que no sangrara con exceso en su torso inferior. Durante mis frecuentes viajes a Europa del este he observado, más que nada en los pequeños pueblos y en las áreas rurales, que existen numerosas costumbres populares eslavas que se asemejan bastante a las de los judíos ashkenazic, con que esta explicación al menos tiene tanto sentido como cualquier otra, si no más, considerando que hasta donde yo sé, no existe una creencia sobre ?impureza? menstrual entre los eslavos (cristiana o pagana) que sea comparable a la que los judíos tradicionales sostienen y practican.

©2007 Traducido por María García
(www.maria-garcia.com.ar)

Leer la versión en español de los siguientes temas: Anticoncepción y religión, Breve reseña - Los riesgos de las duchas vaginales - Religión y menstruación - Seguridad de productos para la menstruación.
See a 1959 Midol pain-pill booklet recommending douching
See an older American douche syringe and read what a woman once famous in "feminine hygiene" wrote about douching. And see a still older American douche set, Mon Docteur (My Doctor in French) with instructions, from about 1929.
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The Perils of Vaginal Douching (essay by Luci Capo Rome) - the odor page